Problemas sociales en zonas rurales

Llama la atención que en el debate actual acerca de las posibles repercusiones de la caída del dólar no se enfaticen las repercusiones sociales que ello acarrea. Sobre todo considerando que hay estudios recientes en Chile que proporcionan una base empírica sólida para su análisis. Los planteamientos se han centrado en la pérdida de competitividad del sector agroexportador y del que compite con importaciones (agricultura tradicional) a consecuencia de este fenómeno, lo que estaría induciendo una caída en la inversión privada. Es lógico que este impacto en rentabilidad e inversión sea lo primero a plantear. Pero pienso que uno puede además extender el análisis considerando las consecuencias de esta desaceleración de la inversión agrícola en el empleo y salarios rurales, y su repercusión en un posible aumento en la pobreza y en la migración rural urbana. (Valdés, 2006).

Para aclarar el contexto: El dólar es el precio más importante para la agricultura Ecuatoriana. Tratándose de un sector muy transable sus exportaciones representan una proporción importante en el PIB sectorial y, con excepción del azúcar, sus importables tienen aranceles bajos. Importante, el dólar bajo puede ser un fenómeno transitorio, debido al excepcionalmente alto precio del cobre y molibdeno. La caída del cambio real ha sido signo Aunque muchos han centrado la discusión sobre la baja del valor del dólar en los efectos que tendrán los exportadores, lo cierto es que las personas más pobres, los trabajadores rurales del agro, también se verán afectados. (Valdés, 2006).

El sector rural es estratégico para la sociedad pues de su desarrollo dependen no solo las personas que lo habitan, sino el conjunto de la colectividad. Es un hecho conocido que mientras existan seres humanos, siempre habrá necesidad de alimento y las dos fuentes principales de alimentos para la humanidad son los cultivos y los animales. A pesar de su aporte, la ruralidad es escenario de grandes asimetrías con respecto a las zonas urbanas, expresadas entre otros aspectos en carencias de servicios, limitadas inversiones y oportunidades de empleo, así como en los niveles de pobreza de sus habitantes, que presentan en esos territorios sus manifestaciones más drásticas y dramáticas. (RECALDE, 2015).
Infortunadamente por historia lo rural generalmente se obtiene (o se entiende) como un residuo luego que se define qué es lo urbano, en consecuencia lo rural es lo que no es urbano. Por la realidad padecida en los últimos tiempos, la anterior definición dicotómica (bifurcación) está siendo cuestionada en favor del concepto gradiente rural-urbano (tal como lo concibió Brasil en el programa “mais alimento” que lo potencializó Lula DaSilva) que incorpore las dinámicas de interacción entre ambos espacios. (RECALDE, 2015)

En las últimas décadas el escenario de lo rural en el país experimenta evidentes transformaciones, como efecto de múltiples determinantes de carácter económico, social y ambiental. Todos los cambios sucedidos plantean la necesidad de reconceptualizar la ruralidad y reformular las políticas de desarrollo de este sector, tomando como base dichas transformaciones, las potencialidades que la ruralidad encierra y el escenario prospectivo al cual el Ecuador apunta en procura de elevar los niveles de equidad y bienestar de su población, como tanto se lo pregona. (RECALDE, 2015)

Las transformaciones sucedidas en los últimos tiempos en el medio rural son manifestaciones de diversos fenómenos como: la acentuación de los desequilibrios derivados de la concentración y centralización del desarrollo económico y social del país, la crisis persistente de las economías familiares rurales,   y el avance de una diversificación económica poco incluyente, a pesar que se quiera demostrar lo contrario, desde mi percepción (muy particular) esto es una realidad. (RECALDE, 2015)

En relación al estancamiento institucional, este se presenta como un obstáculo para poder enfrentar los retos del desarrollo rural; y, concomitantemente con lo anterior la viabilidad del desarrollo rural depende, en gran parte, de la existencia de políticas claras y actualizadas; y, de instrumentos organizacionales para llevarlas a la práctica, mediante planes, programas y proyectos, capaces de movilizar voluntades, capitales, iniciativas y recursos. (RECALDE, 2015)


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